¿A qué denominaríamos yoga pop? Pues justo a la degradación, banalización, simplificación a lo absurdo, distorsión y falseamiento del yoga. O sea, a una yogomanía que da por resultado que el término yoga se utilice de lo más inadecuadamente posible y que se esté mercantilizando hasta grados inimaginables y vergonzantes. Lo peor de ello es que haya profesionales que se prestan a este juego disparatado y reduzcan el yoga hasta lo esperpéntico, sin ningún respeto a su esencia, su auténtico espíritu y su verdadero y fecundo alcance. Muchos de los mismos seguidores del yoga,que luego se hacen instructores, se convierten en los peores traidores al espíritu del yoga autentico y lo muestran como un mero conjunto de posturas cercanas al cotorsionismo, para rendir culto al cuerpo, fortalecer el ego y convertir el yoga en una ridícula gimnasia. ESO NO ES YOGA.
¿Cómo es posible que los que se interesan por el yoga no utilicen mejor su discernimiento, investiguen, pongan a prueba al instructor y seleccionen el yoga y no toda suerte de sucedáneos, pseudoyogas o "yogas" desnaturalizados que nada tienen que ver con el tronco del yoga genuino?. En la impúdica comercialización del yoga parece ser que todo vale. Así hay una tendencia por parte de algunos profesores o instructoras de celebridades que solo exhiben y promueven un burdo postureo, es decir, alardear haciendo con su cuerpo los más complicados asanas y en los lugares más improcedentes. Nada aporta ese yoga pop, ese patológico afán por competir y alardear con las asanas, a la persona interesada en cultivar seriamente su cuerpo, su mente y su sistema emocional. ¿De qué sirve ser el más elástico del cementerio? ¿De qué sirve convertirse en un contorsionista barato y seguir con una mente dominada por el ego y el afán de envanecerse y demostrar a los demás cómo el cuerpo se ha convertido en chicle?.
En este mercadeo del yoga, donde hay instructores/as que se empeñan en sumar miles de personas en las plazas o parques de la ciudad a exhibir sus habilidades coporales; en este supermercado "espiritual" donde el yoga se ha puesto de moda, muchas personas, ajenas al mismo y que nada saben al respecto, tratan de promover eventos a tal sentido y solo con un afán mercantilista. Por ser decano en este ámbito, a menudo recurren a mí con la intención de utilizar mi nombre como una marca, pero en el instante mismo les veo venir y les pongo freno. Me han intentado enredar en no pocos eventos de ese tipo, ya desde hace dos décadas, pero siempre he tenido la capacidad discernitiva para ver qué había detrás y negarme. Ahora, aprovechando la yogomanía, vuelve a conectarme otra empresa de eventos para que me involucre activamente en un acto que quieren preparar para noviembre, en base a reunir dos millares de practicantes y promocionar artículos deportivos (detrás está uno de los colosales centros comerciales españoles) , eso sí: cobrando a diez euros la entrada. De plano he rechazado esa oferta y me han dicho que somos incompatibles en cuanto les he comunicado que tenían que promover el verdadero yoga. Su respuesta ha sido que el verdadero yoga está reñido con un evento masivo. Mi contestación ha sido radical, como otras tantas veces: "No es yoga lo que ustedes quieren, sino marketing". Creo que los que de corazón y alma estamos en el yoga debemos velar por su esencia, y no prestarnos como peones en el tablado de ajedrez de los que quieren aprovechar el alza del yoga con intereses espúreos y en absoluto yóguicos.
El occidental es muy dado a devaluar las verdaderas enseñanzas y trivializarlas. Es un gran despropósito y una pena, porque de ese modo lo fecundo se vuelve infecundo y lo más valioso se vuelve simplemente calderilla. No deberíamos olvidar nunca las palabras del sabio Nisargardatta: "Tú sinceridad es tu guía".
Ramiro Calle
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