CIENCIA
La niña prodigio que desmontó las terapias de reiki con un trabajo escolar
Día 12/08/2014 - 16.46h
Emily Rosa consiguió publicar su experimento en una revista científica tras desacreditar la técnica de imposición de manos
En el vídeo, el experimento replicado para la CBS alojado en YouTube.
Con once años logró un reto que a muchos investigadores les cuesta años de esfuerzo: publicar en una revista científica. Emily Rosa está en la Historia de la Ciencia por ser la persona más joven en llevar una de sus investigaciones a las páginas de una publicación. Y lo hizo con un trabajo que desmontó a la supuesta medicina alternativa del toque terapéutico, una técnica de sanación relacionada con el reiki.
El toque terapéutico y el reiki parten de una premisa: el ser humano tiene un «campo energético» que si se desequilibra causa enfermedades. El terapeuta, a modo de guía, puede imponer las manos para cambiar el flujo del chi (para los chinos la energía espiritual del universo) –o prana, en su versión india– que hace mejorar la salud del enfermo. Un tratamiento que la ciencia nunca ha aceptado.
Esta técnica asegura que puede llevar a la sanación con la imposición de manos
En pocos años hubo un crecimiento exponencial de seguidores de esta técnica. Incluyendo a miles de médicos que en Estados Unidos la aprendieron con todo el halo místico que le trataron de insuflar pese a que estaba recién creada. Luis Alfonso Gámez, que lleva una vida desmontando «magufos» desde su tribuna de El Correo, cifra en más de43.000 los sanitarios que practicaban el toque terapéutico en un artículo que también cuenta la historia de Emily Rosa.
Un trabajo de 4º curso
Con estos antecedentes, una de esas niñas que no paran de cuestionárselo todo se lanzó a descubrir qué había detrás del toque terapéutico. Emily Rosa, entonces una estudiante de cuarto grado en un colegio normal del estado de Colorado, diseñó un sencillo experimento para determinar si los «terapeutas» pueden o no sentir el «campo energético» de los seres humanos. El resultado no pudo ser más claro: apenas sentían nada.
El proceso era simple: Emily Rosa se sentaba frente al terapeuta. Entre ellos una mampara de cartón impedía poder verse cara a cara. Solo había dos huecos en la pantalla por donde el experto en toque terapéutico introducía sus manos. En ese momento Emily elegía acercar su mano (y con ella su supuesta energía vital) a una de las dos extremidades del terapeuta, que debía «sentir» sobre cuál de ellas se situaba (sin aproximarse demasiado para que no sintieran el calor corporal, algo realmente constatable sin ningún poder místico).
Los sanadores sintieron la energía el mismo porcentaje de veces que dicta la probabilidad
Sin embargo Dolores Krieger, la fundadora de esta medicina, no se prestó al experimento. «La vi y estaba muy asustada», contaba la niña en una entrevista. Una entrevista en la que también sorprende descubrir su «mente científica», siempre buscando que otros refutaran su experimento, esperando que otras personas repitieran su prueba para poder afirmar con seguridad su verdad: la verdad de la ciencia contrastada.
El resultado de tanto esfuerzo llegó en 1998 con la publicación de su trabajo en la revista Journal of the American Medical Association. Un logro épico para el trabajo escolar de una niña de 11 años.
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