Inédito. Biógrafo de Gandhi y de Blas Infante, un estudioso que dejó Sevilla por el campo ha releído a Juan Ramón para encontrar en su poesía símbolos del hinduismo y el sufismo|
UNA biografía de Blas Infante y una historia de Gandhi para niños con dibujos de su hija Rocío. Son algunos de los proyectos en los que se embarcó, desde su retiro de El Castillo de las Guardas, este sevillano de Monsalves llamado César Herrera. Ayer, con el nombre literario de M. Ali Herrera, presentó en la librería Boteros su más reciente trabajo, Hinduismo y sufismo en la poesía de Juan Ramón Jiménez. El poeta en la mar, Atlántico en femenino, el que dejaron aquellos marinos de Moguer, el que el poeta descubrió en su exilio de Puerto Rico.
"De un galimatías indescifrable al pleno disfrute intelectual". Herrera hace ese viaje que hicieron los lectores de la Fábula de Polifemo y Galatea después de que Dámaso Alonso escrutara su universo de símbolos y metáforas. Se adentra en un Juan Ramón desconocido, casi inédito, que sube los estados espirituales, "es más bonito hablar de estaciones", de una gnosis, "que es buscar a Dios dentro de uno mismo, no fuera", que entronca con la mística cristiana, el esoterismo hindú o el sufismo musulmán.
Su padre, el prestigioso dentista César Herrera, que murió en puertas de cumplir los cien años, le curó un par de muelas a Besteiro en la cárcel de Carmona y vio el cadáver de Blas Infante en el kilómetro 4 de la carretera de Carmona. "Blas Infante estaba muy interesado por el hinduismo y conocía la obra de Gandhi".
Este mundo apenas trillado del poeta de Moguer lo descubrió César Herrera de una forma azarosa y fortuita. "Hice un viaje a Túnez, una versión particular de El expreso de medianoche. Allí me quedé sin dinero, sin pasaporte. Una antología de Juan Ramón Jiménez era el único libro en español que había en la Embajada. Empecé a leerlo y a encontrar algunas de esas claves: las ansias de eternidad, el éxtasis de amor". Zenobia Camprubí, la esposa de Juan Ramón, era la traductora oficial al inglés de la obra de Rabrindanath Tagore.
Son mundos paralelos, pero César Herrera ignora si en algún momento llegaron a ser perpendiculares. En su libro aparecen sentencias del escritor indio: "No me dejes rezar para refugiarme de los peligros, sino para no tener miedo en encararlos".
Tagore y Juan Ramón fueron galardonados con el Nobel de Literatura. Herrera, en este viaje a la hermenéutica juanramoniana, no considera esas inquietudes como algo ajeno a su literatura, sino que lo pone en el centro de la misma. "Uno de los méritos que reconoce el jurado del Nobel en la obra de Juan Ramón es su alta espiritualidad". Algo que explota en la última etapa de su vida. De hecho, muere dos años después de recibir el Nobel.
Eso en el contexto internacional. En un ámbito más doméstico, Herrera cree que Juan Ramón conocía muy bien la poesía arábigo-andaluza donde se encuentran todos esos símbolos, ese universo. "En Moguer había maestros sufís. En Al-Andalus dabas una patada en cualquier pueblo y aparecían". Leerlo, estudiarlo, interpretarlo. Tres tareas para completar el misterio del escritor. "Como no lo entendían, en sus interpretaciones le ponían muchos nombres: panteísmo, nihilismo, pesimismo, incluso enfermedades mentales". Un simplismo que llega a su propia patria chica. "En Moguer lo ridiculizaban. Los niños lo apedreaban y le decían loco cuando lo veían con Platero, que existió de verdad, irse al monte a escribir y meditar. Y ahora viven de él, aquí vivió, allí hizo la primera comunión, más allá estaba la bodega de la familia. Han hecho de Moguer un Eurodisney de Juan Ramón. No me extraña nada en un país como el nuestro, donde la envidia es moneda común. Dicen de los ingleses que a un ladrón lo convierten en un héroe. Nosotros a un héroe lo hacemos un ladrón. No tienes más que cruzar las biografías de Francis Drake y Cervantes".
En la primera parte analiza el hinduismo en la poesía de Juan ramón Jiménez, con una jugosaCrítica a los críticos; en la segunda, el sufismo y De vuelta con los críticos. "Fue repudiado por todo el mundo, la izquierda y la derecha. La izquierda, en unos tiempos muy políticos, lo veía en su torre de marfil, cuando él era en realidad un liberal que se tuvo que exiliar contra tanta intransigencia". De hecho, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado pasaron un buen susto cuando sendas partidas de milicianos los tomaron por sacerdotes. Menos mal que ignoraban que estaban ante un gnóstico que hablaba a todas horas con Dios igual que Machado lo hacía con el cristo del madero en su cantar del pueblo andaluz.
Vivió de estudiante Juan Ramón Jiménez en la calle Gerona, muy cerca del palacio de Dueñas donde nace Antonio Machado y del actual convento de las hermanas de la Cruz en el que vino al mundo Fernando Villalón. "Respetaba mucho a Villalón, eran muy buenos amigos. Otro gran desconocido". Villalón y Juan Ramón, igual que Rafael Alberti, estudiaron en el mismo colegio de San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María.
Además de esta incursión en el hinduismo y el sufismo de Juan Ramón, César Herrera acaba de sacar dos trabajos discográficos, A compás del corazón y Bapu-Bapu, un tributo musical a la figura de Gandhi, con el que comparte cada 2 de octubre fecha de cumpleaños. La de su muerte, 30 de enero de 1948, ya va unida al asesinato de Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García Ortiz, ocurrido justo cincuenta años después de la muerte de este príncipe de la paz.
El hijo del dentista empezó a seguir la estela paterna, pero fue sólo un espejismo. "Empecé Medicina y en tercero lo dejé". Se fue al campo a vivir en una casa "sin luz ni agua". "Mi madre me decía: millonario podías ser si hubieras sido dentista como tu padre". Ya lo cantaba María Jiménez: "Tú que te mereces un príncipe, un dentista..."
"De un galimatías indescifrable al pleno disfrute intelectual". Herrera hace ese viaje que hicieron los lectores de la Fábula de Polifemo y Galatea después de que Dámaso Alonso escrutara su universo de símbolos y metáforas. Se adentra en un Juan Ramón desconocido, casi inédito, que sube los estados espirituales, "es más bonito hablar de estaciones", de una gnosis, "que es buscar a Dios dentro de uno mismo, no fuera", que entronca con la mística cristiana, el esoterismo hindú o el sufismo musulmán.
Su padre, el prestigioso dentista César Herrera, que murió en puertas de cumplir los cien años, le curó un par de muelas a Besteiro en la cárcel de Carmona y vio el cadáver de Blas Infante en el kilómetro 4 de la carretera de Carmona. "Blas Infante estaba muy interesado por el hinduismo y conocía la obra de Gandhi".
Este mundo apenas trillado del poeta de Moguer lo descubrió César Herrera de una forma azarosa y fortuita. "Hice un viaje a Túnez, una versión particular de El expreso de medianoche. Allí me quedé sin dinero, sin pasaporte. Una antología de Juan Ramón Jiménez era el único libro en español que había en la Embajada. Empecé a leerlo y a encontrar algunas de esas claves: las ansias de eternidad, el éxtasis de amor". Zenobia Camprubí, la esposa de Juan Ramón, era la traductora oficial al inglés de la obra de Rabrindanath Tagore.
Son mundos paralelos, pero César Herrera ignora si en algún momento llegaron a ser perpendiculares. En su libro aparecen sentencias del escritor indio: "No me dejes rezar para refugiarme de los peligros, sino para no tener miedo en encararlos".
Tagore y Juan Ramón fueron galardonados con el Nobel de Literatura. Herrera, en este viaje a la hermenéutica juanramoniana, no considera esas inquietudes como algo ajeno a su literatura, sino que lo pone en el centro de la misma. "Uno de los méritos que reconoce el jurado del Nobel en la obra de Juan Ramón es su alta espiritualidad". Algo que explota en la última etapa de su vida. De hecho, muere dos años después de recibir el Nobel.
Eso en el contexto internacional. En un ámbito más doméstico, Herrera cree que Juan Ramón conocía muy bien la poesía arábigo-andaluza donde se encuentran todos esos símbolos, ese universo. "En Moguer había maestros sufís. En Al-Andalus dabas una patada en cualquier pueblo y aparecían". Leerlo, estudiarlo, interpretarlo. Tres tareas para completar el misterio del escritor. "Como no lo entendían, en sus interpretaciones le ponían muchos nombres: panteísmo, nihilismo, pesimismo, incluso enfermedades mentales". Un simplismo que llega a su propia patria chica. "En Moguer lo ridiculizaban. Los niños lo apedreaban y le decían loco cuando lo veían con Platero, que existió de verdad, irse al monte a escribir y meditar. Y ahora viven de él, aquí vivió, allí hizo la primera comunión, más allá estaba la bodega de la familia. Han hecho de Moguer un Eurodisney de Juan Ramón. No me extraña nada en un país como el nuestro, donde la envidia es moneda común. Dicen de los ingleses que a un ladrón lo convierten en un héroe. Nosotros a un héroe lo hacemos un ladrón. No tienes más que cruzar las biografías de Francis Drake y Cervantes".
En la primera parte analiza el hinduismo en la poesía de Juan ramón Jiménez, con una jugosaCrítica a los críticos; en la segunda, el sufismo y De vuelta con los críticos. "Fue repudiado por todo el mundo, la izquierda y la derecha. La izquierda, en unos tiempos muy políticos, lo veía en su torre de marfil, cuando él era en realidad un liberal que se tuvo que exiliar contra tanta intransigencia". De hecho, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado pasaron un buen susto cuando sendas partidas de milicianos los tomaron por sacerdotes. Menos mal que ignoraban que estaban ante un gnóstico que hablaba a todas horas con Dios igual que Machado lo hacía con el cristo del madero en su cantar del pueblo andaluz.
Vivió de estudiante Juan Ramón Jiménez en la calle Gerona, muy cerca del palacio de Dueñas donde nace Antonio Machado y del actual convento de las hermanas de la Cruz en el que vino al mundo Fernando Villalón. "Respetaba mucho a Villalón, eran muy buenos amigos. Otro gran desconocido". Villalón y Juan Ramón, igual que Rafael Alberti, estudiaron en el mismo colegio de San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María.
Además de esta incursión en el hinduismo y el sufismo de Juan Ramón, César Herrera acaba de sacar dos trabajos discográficos, A compás del corazón y Bapu-Bapu, un tributo musical a la figura de Gandhi, con el que comparte cada 2 de octubre fecha de cumpleaños. La de su muerte, 30 de enero de 1948, ya va unida al asesinato de Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García Ortiz, ocurrido justo cincuenta años después de la muerte de este príncipe de la paz.
El hijo del dentista empezó a seguir la estela paterna, pero fue sólo un espejismo. "Empecé Medicina y en tercero lo dejé". Se fue al campo a vivir en una casa "sin luz ni agua". "Mi madre me decía: millonario podías ser si hubieras sido dentista como tu padre". Ya lo cantaba María Jiménez: "Tú que te mereces un príncipe, un dentista..."
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