Ikaro (Contraplano 1997) |
Urge cambiar la mente, que es la precursora de todos los estados y el escenario desde el que todo se vive. Pero ¿cómo podemos realmente transformarnos y que no se quede solo en una hermosa intención? Hay que emprender un sinuoso pero fascinante viaje hacia los adentros, que a veces resulta incluso sobrecogedor. Así podremos irnos descubriendo y empezar a modificar los patrones negativos, tales como la cólera, el resentimiento, la envidia, los celos y tantos otros. Estos patrones son causa de aflicción.
Por otro lado, hay que poner los medios para favorecer el proceso de autodesarrollo y de madurez, pues ya en la juventud se ha detenido y así nos hemos quedados estancados y atascados y nuestro impulso hacia la realización de sí se ha paralizado. Hay que ponerlo en marcha de nuevo.
Asimismo, hay que hacer un trabajo muy riguroso para conocer las raíces de las tendencias nocivas y empezar a debilitarlas e incluso atravesarlas. No es ocultándonoslas ni escapando como podemos reactivar el proceso de autodesarrollo, sino conociéndolas y con paciencia e intrepidez desarmándolas.
Si alguien te dice que puede hacer este trabajo por ti o te propone atajos, no seas pudoroso y suelta una gran carcajada en su propia cara, al estilo de los maestros zen como Bodhidharma o Hui-neng. Si uno traslada la responsabilidad del cambio interior a otro, está creando otro patrón equivocado y nocivo. No se puede hacer tabla rasa del cerebro, pero sí aprender a cambiar enfoques y actitudes, a reaccionar de otro modo y a saltar fuera de la propia sombra interior.
La transformación interior no es una quimera ni un sueño ni una sola idea. Es un hecho cierto si uno pone los medios y el esfuerzo necesario para que lo mejor de sí mismo eclosione. Lo que llamamos inmadurez o semidesarrollo es una detención en nuestro proceso de crecimiento interior. Si uno se resigna al mismo (aquella necedad de "uno es como es"), la vida pierde todo su sentido. Si uno se rebela y trata de seguir haciéndose más y más consciente, el sentido viene por si mismo. El propósito más elevado de la vida es humanizarse, con todo lo que ello conlleva. Lo más fácil es seguir dormido, pero entonces la vida no es más que un burdo simulacro de vida. Todo tiende a convertirnos en sonámbulos psiquicos, pero la voluntad del despertar puede más que todos los narcóticos.
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