¡Hasta donde se puede llegar a adulterar una ciencia tan fiable, solvente y milenaria como el yoga! Si Patanjali (primer codificador del yoga) levantase la cabeza, se moriría de espanto en el acto a pesar de su gran control psicosomático. ¡Hasta qué grado las mentes ávidas o paranoides pueden llegar a intentar prostituir el primer método de mejoramiento humano del Orbe y el más rigurosamente verificado y que ha impregnado todas las grandes corrientes espirituales! Ahora la palabra "yoga" vende y así del modo más impudico y desaprensivo muchas personas se sirven de ella en su ávido interés.
No basta con haber mezclado el yoga con la gimasia llamándole yogopilates, ni haber hecho del tantrismo una simple e indecorosa práctica del sexo más cutre ( hablándose de algo inexistente como el yoga sexual) ni haber convertido el kundalini-yoga en materia de delirio e imaginación incontrolada y rayana en lo psicotico, ni haber convencido a la gente de que la práctica de los asanas es mejor llevarla a cabo achicharrándose que a temperatura natural ni en haber añadido el término yoga al vocablo "reconexcón" para esparcir por ahí cebos con los que tragarse el anzuelo envenenado. No basta al parecer con ello, con esa incesante tentativa (en la que han cooperado, inexplicablemente no pocos "gurus" venidos de la India a Occidente) por degradar la más noble y experiencia, ciencia del espíritu y de la mente, desnaturalizarla para renovar la capacidad de asombro de los occidentales que solo quieren rendir culto al cuerpo o acrecentar el apego sensorial.