Hoy en día se habla mucho del estrés, pero no es ni mucho menos un fenómeno nuevo, sino que viene desde hace muchas décadas y que se pronuncia, eso si, en sociedades altamente competitivas. Ya utilizó este vocablo Cannon nada menos que en 1911 para denominar los estímulos que desencadenan una reacción de huida o lucha y Hans Selye lo ha definido como "una respuesta inespecífica del organismo a toda exigencia hecha sobre él".
De la misma manera que el cuerpo dispone de unos mecanismos de estabilización y unas fuerzas que tieden a la regulación, la psique también conecta con ese sutil mecanismo de adaptación a las presiones y exigencias del exterior y a las propias. Cuerpo y mente se tiene que adaptar a las distintas situaciones y para ello disponen de unos recursos, pero a veces las presiones y exigencias son tantas que el órgano de regulación-adaptación es como si se quebrase, del mismo modo que se puede alterar la maquinaria de un reloj. Entonces se produce el estrés y pueden surgir trastornos emocionales o psicosomáticos de muy diversa naturaleza, que van desde la ansiedad o la depresión a la falta de apetito, el nerviosismo, el insomnio, la inapetencia sexual y tantos otros, además de que la persona siempre tiene la desagradable sensación de que le queda algo por hacer. También se pueden producir dolorosas contracturas, desordenes digestivos y trastornos del carácter, como irritabillidad o melancolía.
De la misma manera que el cuerpo dispone de unos mecanismos de estabilización y unas fuerzas que tieden a la regulación, la psique también conecta con ese sutil mecanismo de adaptación a las presiones y exigencias del exterior y a las propias. Cuerpo y mente se tiene que adaptar a las distintas situaciones y para ello disponen de unos recursos, pero a veces las presiones y exigencias son tantas que el órgano de regulación-adaptación es como si se quebrase, del mismo modo que se puede alterar la maquinaria de un reloj. Entonces se produce el estrés y pueden surgir trastornos emocionales o psicosomáticos de muy diversa naturaleza, que van desde la ansiedad o la depresión a la falta de apetito, el nerviosismo, el insomnio, la inapetencia sexual y tantos otros, además de que la persona siempre tiene la desagradable sensación de que le queda algo por hacer. También se pueden producir dolorosas contracturas, desordenes digestivos y trastornos del carácter, como irritabillidad o melancolía.
Por un lado están las presiones o exigencias que vengan del exterior, pero por otro lado está la reacción y actitud de la persona ante las mismas, por lo que a unas personas tanto afecta y desestabiliza a otras deja indiferentes o a penas las altera. Cada persona tiene su propio umbral de resistencia a los factores ansiógenos. Pero lo cierto es que para prevenir el estrés son de gran ayuda un ambiente más armónico, una forma de vida más sana y equilibrada, una actitud de mayor ecuanimidad, un ánimo más equilibrado, evitar las excesivas demandas sobre uno mismo o desmesuradas autoexigencias, la práctica de un ejercicio sano y no estresante, el contacto con la naturaleza y los genuinos intereses o motivaciones vitales.
Como profesor de yoga a lo largo de más de cuarenta años propongo de manera muy especial la práctica de las posturas de yoga (en base a masaje y estiramientos) para sedar el sistema nervioso y desestresar, y, por supuesto, el asiduo adiestramiento en la relajación profunda, que por un lado alivia la tensión neruomuscular y por otro le enseña a la persona a pacificar sus emociones y adquirir actitudes de mayor sosiego. En cualquier caso todo aquello que sea favorable para el cuerpo y para la mente ayudará a descender el umbral de la ansiedad y frenar el estrés. Uno tiene que velar por su salud psicosomática, pues los instrumentos existenciales que se nos han dado (cuerpo, mente, energía) tiene uno que cuidarlos lo mejor que pueda en la medida de lo posible.
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