El yoga es una senda y el yogui es aquel que la recorre. Aunque se dirige hacia la meta, que es la paz interior y la libertad interna, cada paso ya es la meta, la ladera de la montaña ya es la cima, porque cada pulgada que se recorre es un logro.
Hay obstáculos en la senda del yoga, pero éstos pueden convertirse en aliados. Todo escollo puede ser transformado en un punto de apoyo para catapultarse hacia la sabiduría. El yoga enseña a afrontar los obstáculos de la vida con un estado de ánimo sosegado, sacando de todo enseñanza y vitalidad. Los obstáculos más grandes residen en uno mismo y son los venenos mentales y emocionales. Pero cada veneno tiene su antídoto.
No hay obstáculo como el ego desmesurado, del que surgen tantos otros. Si debilitamos el ego, muchos obstáculos caerán como una semilla de la punta de una aguja.
La meta más alta del yoga es la supraconsciencia o visión liberadora. Se trata del octavo escalón en la escalera del yoga hacia la realización definitiva. Es el samadhi o experiencia de iluminación.
El samadhi es un estado de ausencia de ego; es bienaventuranza y unión del ser individual con la Mente Única.
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