Espinoso de Compludo, ContraPlano (c) 1994 |
La soledad confiere estabilidad a la mente, la da una constancia que no
puede ser medida en términos de tiempo. Esa claridad de la mente es
el carácter. La falta de carácter es el estado de contradicción
interna.
Ser
sensible es amar. La palabra "amor" no es el amor. Y el
amor no puede dividirse como el amor a Dios y el amor al hombre, ni
puede medirse como el amor a uno solo y el amor a muchos. El amor se
brinda a sí mismo tal como una flor da su perfume; pero nosotros
estamos siempre midiendo el amor en nuestras relaciones y, debido a
eso, lo destruimos.
El
amor no es un producto del reformador o del trabajador social, no es
un instrumento político con el que se pueda crear acción. Cuando
el político y el reformador hablan de amor, están usando la palabra
sin tocar la realidad que implica, porque el amor no puede ser
empleado como un medio para un fin, ya sea éste inmediato o se
encuentre en el lejano futuro. El amor pertenece a toda la Tierra y
no a un campo o bosque en particular. El amor de la realidad no
puede ser abarcado por ninguna religión; y cuando las religiones
organizadas lo usan, deja de existir. Las sociedades, las religiones
organizadas y los gobiernos totalitarios, perseverando en sus
múltiples actividades, destruyen inconscientemente ese amor que,
cuando actúa, se convierte en pasión.
En
el desarrollo total del ser humano mediante la correcta educación,
la calidad del amor debe ser nutrida y sostenida desde el comienzo
mismo. El amor no es sentimentalismo ni es devoción. Es tan
poderoso como la muerte. El amor no puede ser comprado mediante el
conocimiento; y una mente que, sin amor, persigue el conocimiento, es
una mente que trafica con la crueldad y aspira meramente a la
eficiencia.
De
modo que el educador debe interesarse desde el principio mismo en
esta calidad del amor, la cual es humildad, delicadeza,
consideración, paciencia y cortesía. La modestia y la cortesía
son innatas en el hombre que ha tenido una educación apropiada; él
es atento con todo, incluyendo los animales y las plantas, y esto se
refleja en su conducta y en su manera de hablar.
El
énfasis en esta calidad del amor libera a la mente del
ensimismamiento en su ambición, en su codicia y en su afán
adquisitivo. ¿Acaso el amor no tiene, en relación con la mente, un
refinamiento que se expresa como respeto y buen gusto? ¿Acaso no
produce la purificación de la mente, la que de otro modo tiene una
tendencia a fortalecerse en la arrogancia? El refinamiento en la
conducta no es un ajuste autoimpuesto o el resultado de una exigencia
externa; surge espontáneamente, con la calidad del amor. Cuando hay
una comprensión del amor, entonces el sexo y todas las
complicaciones y sutilezas de la relación humana pueden abordarse
con sensatez y no con excitación y aprensión.
El
educador para quien es de primordial importancia el desarrollo total
del ser humano, tiene que comprender las ¡aplicaciones del impulso
sexual que juega un papel tan importante en nuestra vida y, desde el
principio mismo, ha de afrontar la natural curiosidad de los niños,
sin que en ello se manifieste un interés morboso. El impartir
meramente información biológica a los adolescentes puede conducir a
la experimentación de lujuria, si no se percibe la calidad del amor.
El amor libera del mal a la mente. Sin amor y sin comprensión por
parte del educador, el mero separar a los muchachos de las chicas, ya
sea con alambre de púas o con edictos, no hace sino fortalecer su
natural curiosidad y estimular esa pasión que forzosamente tiene que
degenerar en mera satisfacción. Por lo tanto, es esencial que los
muchachos y las chicas sean educados juntos, de manera apropiada.
Esta
calidad del amor también tiene que expresarse cuando uno realiza
trabajos manuales, tales como la jardinería, la carpintería, la
pintura, la artesanía; y a través de los sentidos, cuando uno mira
los árboles, las montañas, la riqueza de la Tierra, la pobreza que
los hombres han creado entre ellos mismos; y también al escuchar
música, el canto de los pájaros, el murmullo de las aguas que
corren.
Estamos
interesados no sólo en el cultivo de la mente y en el despertar de
la sensibilidad emocional, sino también en un cabal desarrollo
físico, y a esto debemos dedicar una atención considerable. Porque
si el cuerpo no es sano, vital, distorsionará inevitablemente el
pensamiento y contribuirá a la insensibilidad. Esto es tan obvio
que no necesitamos examinarlo en detalle. Es necesario que el cuerpo
goce de una excelente salud, que se le proporcione la clase apropiada
de alimentación y duerma lo suficiente. Si los sentidos no están
alerta, el cuerpo impedirá el desarrollo total del ser humano. Para
tener gracia en los movimientos y un control bien equilibrado de los
músculos, tienen que haber diversas formas de ejercicios, danzas y
juegos. Un cuerpo que no se conserva limpio, que es descuidado y no
se mantiene en una postura correcta, no conduce a la sensibilidad de
la mente y de las emociones. El cuerpo es el instrumento de la
mente; pero el cuerpo, las emociones y la mente componen el ser
humano total. A menos que vivan armoniosamente, el conflicto es
inevitable.
El
conflicto contribuye a la inestabilidad. La mente puede dominar el
cuerpo y reprimir los sentidos, pero debido a eso toma el cuerpo
insensible; y un cuerpo insensible se convierte en un obstáculo para
el vuelo pleno de la mente. La mortificación del cuerpo no conduce
en absoluto a la búsqueda de niveles más profundos de conciencia; y
esto sólo es posible cuando la mente, las emociones y el cuerpo no
se contradicen entre sí sino que están integrados, operan al
unísono sin esfuerzo alguno, sin ser dirigidos por ninguna creencia,
ningún concepto o ideal.
En
el cultivo de la mente, nuestro acento no debe estar puesto en la
concentración sino en la atención. La concentración es un proceso
de forzar la mente, restringiéndola a un punto, mientras que la
atención carece de fronteras. En ese proceso, la mente está
siempre limitada por una frontera, pero cuando nuestro interés es
comprender la totalidad de la mente, la mera concentración se vuelve
un impedimento. La atención es ¡limitada, sin las fronteras del
conocimiento. El conocimiento llega mediante la concentración y,
cualquiera sea la extensión del conocimiento, sigue estando dentro
de sus propias fronteras. En el estado de atención la mente puede y
debe usar el conocimiento, el cual, por necesidad, es un resultado de
la concentración; pero la parte jamás es el todo, y juntando entre
sí las múltiples partes no se contribuye a la comprensión de lo
total. El conocimiento, que es el proceso aditivo de la
concentración, no produce la comprensión de lo inmensurable. Lo
total no se encuentra nunca encerrado entre los corchetes de una
mente concentrada.
La
atención es, entonces, de primordial importancia, pero no se obtiene
mediante el esfuerzo de la concentración. Es un estado en el que la
mente está siempre aprendiendo, sin un centro alrededor del cual el
conocimiento se acumule como experiencia. Una mente que se concentra
sobre sí misma, usa el conocimiento como un medio para su propia
expansión; y una actividad semejante se vuelve contradictoria y
antisocial.
Aprender,
en el verdadero sentido de la palabra, sólo es posible en ese estado
de atención en el que no existe compulsión externa ni interna. El
recto pensar surge sólo cuando la mente no se halla esclavizada por
la tradición y la memoria. Es la atención la que permite que el
silencio dé con la mente, lo cual abre la puerta a la creación.
Por eso la atención es de extrema importancia.
J. Krishnamurti
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